Sois muchas las personas que, en alguna ocasión, me habéis escuchado hablar de Belén Varela (A Coruña, 1968); es gracias a ella por quien, con insistencia, defiendo la idea de que un café te puede cambiar la vida; porque allá por 2011, cuando casi cobardemente le escribí para poder encontrarnos, ella aceptó y terminó convirtiéndose en el café que más cambió la mía.
Fotografías del encuentro / Ricardo Lede / 2022
Esta cafetería nace con ella; una de las personas que, silenciosamente, lleva veinte años introduciendo toda una corriente como la psicología positiva en las organizaciones españolas.
Una conversación con una referencia nacional del ámbito humano, con una mentora que combina su rol profesional con el de madre multitarea de tres adolescentes. A estos roles añadiría la apreciación personal de «persona increíble», porque la magia de Belén reside en, precisamente, serlo todo y serlo bien (el bienser que diría ella).
Hace años escuché una frase que considero definió mi relación con ella: «un enano a hombros de gigantes, sin dejar de ser enano, ve más que los propios gigantes». Ojalá en la siguiente lectura descubras los motivos por los que Belén es gigante y puedas, como yo, elevarte hasta crecer con algunos de sus aprendizajes.
JC: Mi curiosidad me lleva a entrevistar a personas que admiro y, de algún modo, es algo que veo relacionado con la palabra «talento», una de tus especialidades. Belén, ¿qué es el talento?
BV: Has dicho dos palabras que, para mí, son mucho más importantes que la palabra talento: has hablado de curiosidad y de admiración.
Para mí, la curiosidad es la base de todo ya que el talento como potencial general no sirve de nada si no hay algo que lo despierte; y uno de los despertadores principales es la curiosidad.
Esto tiene mucho que ver la consciencia (lo que uno sabe de sí mismo y de los demás) y con la conciencia (lo que quiere hacer por los demás, por el mundo o por sí mismo).
Luego está la admiración. Has dicho que tú empiezas por personas que admiras, pero esa es una labor que tenemos que hacer siempre. El talento es líquido; fluye y mana constantemente. Lo decía Unamuno cuando expresaba que los eruditos beben de un manantial. Yo creo que cuando una persona realmente tiene talento lo que tiene es un manantial, un flujo permanente de curiosidad activa, de preguntas, de búsqueda de respuestas, de desarrollo y eso es algo que no acaba nunca. Como buen manantial, sigue manando siempre.
JC: Esta es la primera pregunta y ya me parece que cambia todo el proyecto, ¿puede que la pregunta no sea «qué es el talento» sino «qué hay detrás del talento»?
BV: Talento tenemos todos, cada persona tiene su propio talento y potencial; y no uno, sino muchos. En la misma persona que tú ves talento, otra puede ver debilidades; la misma persona puede ver solo sus debilidades, sus problemas, sus dificultades y en lo que no es buena.
Para mí, ahí está el gran error del talento, que cuando una persona solo ve lo que tiene que corregir no desarrolla su talento, solamente tiene que tapar agujeros y en ese tapar agujeros no eres capaz de crecer. Te quedas en tu mediocridad.
Si trabajas tus defectos, con mucho esfuerzo, con mucha dedicación, acabas mediocre. Cuando te enfocas en tu potencial, en tus fortalezas naturales, en los aspectos que brillan de ti, con muy poquito esfuerzo puedes ser una persona extraordinaria, de eso se trata el talento: ¿hacia dónde enfocas?
O, ¿hacia dónde enfocan? Las organizaciones que solo se orientan a solucionar problemas, a tapar poros, lo que acaban haciendo es quedarse en su contenida mediocridad. Si como organización pones el foco en lo que cada persona hace bien, en lo que puede desarrollar, en lo que puede crecer, lo que acabas es teniendo una organización extraordinaria que, posiblemente, no será igual a ninguna otra organización, porque ninguna persona es igual a otra.
JC: En España, en el ámbito de la psicología positiva, hay grandes referencias, pero tú fuiste de ese pequeño grupo de personas que empezó un camino hace veinte años, ¿cómo lo viste tan claro?
BV: Siempre creo que las cosas me han pasado, lo único que he hecho fue ser consciente, prestar atención. El tren pasó y yo me subí porque veía cómo, por ejemplo, en la gestión de los planes de formación, a pesar de las grandes inversiones, año tras año las personas volvían a pedir la misma formación. Había algo que estábamos haciendo mal.
Me di cuenta que estábamos tratando de cubrir carencias en lugar de fijarnos en donde realmente teníamos fuerza y capacidad; entonces probé a hacer algo diferente y pensé: voy a dar formación en las áreas donde las personas son buenas, a ver qué pasa.
Un ejemplo que para mí brilló mucho, fue una persona que no hablaba francés pero tenía mucho talento para los idiomas. Le gustaba viajar y tenía inteligencia social, por lo que le propuse aprender francés. A los tres meses, estaba negociando en París como cualquier persona que hubiese estudiado años.
Es decir, has hecho una inversión mínima y has obtenido un rendimiento máximo, simplemente por poner el foco en lo que funciona. A nada que inviertas, de pronto ya es extraordinaria.
Para una persona como yo, que viene del derecho, de lo racional, de las reglas; encontrarme con cosas tan atípicas como que el comportamiento colectivo no se mueve por unas reglas sino por algo abstracto que yo no comprendo me hizo preguntarme y leer.
Empecé a buscar respuestas sobre comportamiento colectivo y descubrí que, efectivamente, existe la emocionalidad colectiva; la pérdida de individualidad que tienen las personas cuando se incorporan a una organización o un grupo y, ese comportamiento colectivo no es la suma de comportamientos individuales, sino algo diferente que forma una entidad propia.
El tercer pilar y fundamental fue descubrir la indefensión aprendida o impotencia adquirida de Martin Seligman. Fue duro darme cuenta de que la emocionalidad y comportamiento del colectivo era de tristeza, de frustración y de impotencia. En una de las fábricas sobre las que yo tenía responsabilidad sentí esa impotencia en el equipo con algo tan grave como tener accidentes laborales; las personas daban por hecho que era un sitio donde podían perder las manos trabajando.
A mí eso me generó una sensación de que necesitábamos reaccionar y me di cuenta de que la acción era «acción».
En el momento en que tú empiezas a hacer comportamientos diferentes, el momento en el que empiezas a promoverlos, empieza a haber un cambio también en la emocionalidad del colectivo. Me di cuenta de que el bienestar de una organización, igual que el bienestar de un individuo, no depende de su genética, sino que un comportamiento puede provocar una modificación tanto en su manera de verse, como en su manera de ser.
Yo, en ese momento, me doy cuenta de que esos accidentes graves son una especie de palanca, de cuña del cambio. Si soy capaz de mover esto, si soy capaz de impulsar otros comportamientos, sucederá algo y, efectivamente, esos comportamientos acabaron cambiando la emocionalidad y el comportamiento del colectivo. Acabó creándose una organización que creció, que mejoró, que se desarrolló.
Cuando has conseguido un efecto tan positivo en una organización, si antes tenía preguntas, ahí la pregunta se convierte en el centro de tu vida.
JC: ¿El origen debe ser hacerse preguntas?
BV: Son los elementos que hemos comentado al principio: curiosidad, consciencia y conciencia. Tengo que tener conciencia de que quiero hacerlo bien, tengo que ser consciente de que lo estoy haciendo mal y tengo que tener curiosidad para buscar soluciones.
Algo pasa para que esto esté funcionando mal, hay una parte de responsabilidad, de asumir nuestra responsabilidad como organización; no puede ser que todos los individuos estén comportándose mal, algo estamos haciendo mal como empresa.
Si tu vas a cualquier organización es muy difícil que justo te hayas equivocado y tengas cincuenta vagos, descuidados, poco previsores y que no utilizan sus medidas de seguridad.
Es decir, si tú estás teniendo problemas es que la organización está haciendo algo mal, entonces tener esa consciencia de que puede haber una responsabilidad nuestra, de que podemos ayudar, es fundamental. Y luego, hacerte preguntas: ¿por qué sucede esto?, ¿dónde puedo aprender algo nuevo?
JC: A veces no sé si eres consciente del camino que has abierto. En el 2008, hay un momento en el que estás en una mesa en Estados Unidos con los cuatro o cinco fundadores de la psicología positiva y algunos de los psicólogos más influyentes del Siglo XX.
BV: Cuando inicias una aventura así, cuando te lanzas a trabajar por cuenta propia, buscando lo positivo del ser humano en las organizaciones, una de las ventajas que tiene, frente al riesgo que te vas a encontrar, es la suerte de que conocer a todos los que trabajan en esto. Tú no sabes si el trayecto que sigues es un barranco o un camino que ir abriendo; tú empiezas a cortar hierba y no sabes qué te vas a encontrar.
Éramos muy poquitos en ese momento. Te hablo de que en el congreso de Philadelphia, había tres mil personas de todo el mundo, y de organizaciones estaríamos como mucho cincuenta. Claro, en total, en casa de Seligman, con Carmelo Vázquez como artífice, debíamos estar los veintitantos investigadores más conocidos en este campo y Belén con sus grelos.
JC: Das cursos sobre esta temática, has ayudado a mucha gente desde 2006 hasta ahora y has divulgado muchísimo en diferentes lugares y países, pero ¿qué fortalezas tienes tú?
BV: Supongo que una de las herramientas que me permite estar aquí es ser consciente de mis fortalezas porque estaba muy habituada a conocer mis debilidades y a trabajar sobre ellas, tratando de corregir defectos. Descubrir tus propias fortalezas, saber que utilizándolas puedes llegar más rápido de lo que te propones, fue fantástico.
Una de ellas es el entusiasmo, la vitalidad, ese impulso anímico que hace que en seguida me despierte y tenga ganas de hacer cosas, que tome la iniciativa.
La curiosidad es otra de mis fortalezas; todo me lo pregunto, todo lo busco y hace que tenga una biblioteca que no termina nunca, que no consigo leer todo lo que me gustaría. A la vez, me ilusiona tener otro libro que leer, otra idea que ha salido.
Creo que esas dos, entusiasmo y curiosidad, son grandes aliadas y, luego por supuesto, el optimismo, el que piense «¡venga!», sea como sea voy a tener la capacidad de superarlo y tengo que buscar la manera de llegar ahí; yo creo que eso también me acompaña mucho.
JC: En tu vida has tenido bofetadas emocionales grandes. Yo creo que mucha gente se sorprendería y, al verte, puede parecer que te ha resultado sencillo; quizás esas fortalezas ¿fueron un medio para poder llevarlo?
BV: Me estás haciendo la pregunta y tú lo ves, me emociono. Sí ha habido, como en todas partes, momentos muy duros. El propio momento duro de hacer frente a una crisis que empieza cuando tú acabas de iniciar tu empresa es uno, pero desde el punto de vista personal, pues también he tenido momentos que superar.
Algo que he visto y que he vivido, que me ha acompañado siempre, fue el optimismo de mis padres y su fuerza ante las grandes dificultades; ese ver que hay que seguir por los que quedan.
¿Qué hacemos ante los azotes? Además vienen y, a veces, vienen seguidos. Viene uno y cuando ha pasado esa ola y todo está bien, viene otro. A mí me encanta un ejemplo que puedo poner, muy bonito, es que, cuando a mi hermana la diagnostican de cáncer con treinta y muy poquitos, acabamos haciendo toda una lista de cosas buenas que suceden con eso; no era en absoluto ningunear la enfermedad que tenía, pero utilizamos muchísimo el sentido del humor; creo que es una fortaleza colectiva en mi familia.
La tristeza, la frustración, la rabia de que por un fallo médico no se detecte un problema que ya estaba ahí... Son emociones que tenemos que tener, pero, ¿qué habríamos arreglado con la rabia? No habríamos arreglado nada. Sin embargo, trabajando su ánimo y su esperanza, fue que lo superase, que aceptase con ganas y con fuerza todo lo que tuvo que pasar y que lo viviese de la mejor manera posible.
Nunca tienes la preparación suficiente, pero tampoco sirve de nada anticipar un mal resultado, porque cuando anticipas un mal resultado, o sufres en vano o sufres dos veces.
Para lo que sirve el optimismo es que, aunque todas las expectativas sean malas, si tú ves la mínima posibilidad, hay que tratar de ir a por ella. Esa es la famosa ley del 50%: lo consigues o no lo consigues; lo que no vale es hundirse. Eso no quiere decir que no tengas tristeza, rabia, dolor, pena; lo que quiere decir es: con los recursos que tenemos. ¿qué podemos hacer?
JC: ¿Qué consejo le darías a la Belén de veinte años?
BV: La Belén de veinte tenía muy claro que quería ser abogada, que quería defender causas justas y, sin embargo la Belén de casi 54, la Belén de esta quinta planta, es capaz de decirle a la otra que siga porque va a encontrar esas causas justas aunque sean otras. No va a ser en los juzgados, no va a ser con una toga negra, pero sigue atenta a lo que te vaya sucediendo porque al final yo me doy cuenta que, como en el famoso discurso de Steve Jobs, todos los puntos se van conectando. Le diría: estate atenta.
A mí lo que me gustaría es viajar al futuro.
JC: ¿Qué le dirías, entonces, a la de setenta años?
BV: Setenta es un futuro bastante cercano; a la de ochenta yo creo que le diría: sigue ahí; sigue con la máquina en marcha. A mí me gustaría tener la vitalidad que tengo ahora para los proyectos, la ilusión que tengo ahora.
Te voy a decir una cosa, creo que mi momento de competir va a ser a partir de los cien, porque estoy entrenando ahora.
Lo primero es que voy a tener menos competencia, y eso influye. Cuando empecé mi vida estudiantil universitaria tenía dos grandes dudas: el derecho me apasionaba y el deporte me gustaba. Supongo que me ayudó a decidir una lesión que tuve a los dieciocho años; quizá empecé tarde en el deporte, porque empecé gimnasia deportiva con catorce o quince años y era demasiado mayor, pero para competir a los cien estoy a tiempo. Es decir, entreno dos o tres días a la semana, y eso me permite que de aquí a los cien años pueda estar entre los primeros de mi edad; además voy a tener más tiempo, con lo cual, voy a entrenar más tiempo.
JC: Tienes un lado creativo que vuelcas escribiendo novela y, como aún no está publicada, siento que tengo la exclusiva. Es decir, voy a tener la entrevista en la que hablas de esa novela antes de que te den el Premio Planeta. Hay una parte de mí que así lo cree, ¿qué dejamos grabado antes de que pase todo eso?
BV: Sucede algo Javier, es que yo no escribo novela para obtener un Planeta, escribo porque ella escribe, esa otra. Dejaría grabado que hay que disfrutar de las cosas que se hacen. Es decir, yo mientras estoy escribiendo la novela, que me siento aquí en esta galería, me quedo ahí fuera y me engancho a escribir, me pueden pasar horas, si no fuese porque se hace de noche. Me quedo tan vinculada al proyecto, estoy tan metida en esa ilusión, en desarrollar con las palabras a unos personajes, en desarrollar esa historia, me río tanto cuando le pasan cosas divertidas a ese personaje, me emociono tanto cuando le pasa algo difícil, que disfruto muchísimo.
¿Qué diría si esta fuese una entrevista después de publicar? ¡Cuánto he disfrutado! Volvería a escribir y volvería a escribir y creo que, junto con entrenarme para competir, será lo que esté haciendo hasta que no me puedan las manos.
Fíjate, me pasa una cosa tremenda con la novela, yo leo novela siempre, todos los días leo antes de dormir. Entonces siempre aprendo algo nuevo, con lo cual, nunca puedo escribir la novela perfecta porque siempre aprendo algo: un uso de las palabras, una forma de explicar, una forma de contar, un personaje o una forma de argumentar. A mí me parece que la mía es insuficiente.
No sé si algún día terminaré estas, mínimo, entre tres y seis que están en mi cabeza bailando; pero si se publican, creo que tendrá que haber otra más.
JC: A veces vivo obsesionado con la pregunta: ¿qué pasaría si fuese «la última»? La última entrevista, la última conferencia, la última vez que vas a un lugar... y tengo una pregunta que hacerte: ¿qué consejos les dejarías a tus hijos para siempre? De algún modo pienso que dentro de treinta años leerán esto.
BV: Mira, las tres palabras con las que iniciamos accidentalmente esta conversación me parece que podrían ser muy interesantes; que permanezcan curiosos y aprendiendo, porque eso les va a permitir crecer.
Que afiancen bien su conciencia, ellos son adolescentes y están creando sus valores, están creando su conciencia precisamente; pero me gustaría que tuviesen muy claros sus principios, sus valores; que tuviesen claro qué quieren dejar en el mundo.
Finalmente, me gustaría que fuesen conscientes. Yo creo que una de las cosas más bonitas que puede hacer el ser humano es ser consciente tanto de sí mismo como persona, como de lo que sucede con cada cosa que hace.
Como dice Viktor Frankl: «el pequeño impacto que tienen mis acciones cotidianas en el entorno en el que estoy». Puede ser desde hacerles un zumo, que sean conscientes de que ese hacer algo por los demás puede mejorarles el día; a que sean conscientes de que mi mal humor un día puede hacer que otra persona también esté de mal humor o esté triste. Consciencia; porque con esa consciencia y con esa conciencia podemos ser responsables, entonces podemos responder de nuestros actos, podemos responder a otras personas. Por eso, si yo tengo muy claros mis valores, tengo muy claro qué quiero ser y qué mundo quiero dejar, y soy consciente de las consecuencias que tienen mis pequeños actos, voy a ser más feliz.
Para mí tiene mucho sentido aquella frase de Chris Peterson que dice: «los demás importan». Es el principio del bienestar, si yo soy consciente de que los demás importan y hago lo posible porque los demás estén bien, yo voy a estar bien.
A veces les explico a ellos que vamos con una escalera invisible, como las de las películas cómicas, en blanco y negro, del gordo y el flaco; que van con la escalera y de pronto se giran y tiran algo o rompen un cristal. Ellos no son conscientes de que lo están haciendo y entonces resulta muy cómico visto desde fuera. Pues yo muchas veces les digo a mis hijos que vamos con una escalera que tiene muchísimos peldaños y no somos conscientes de dónde llega; entonces tenemos que ser conscientes de que cuando me giro, ¿dónde está tocando mi escalera? Esa es la metáfora con la que me gustaría dejarles.
JC: Dentro de la psicología positiva, hay muchos modelos que tú me has descubierto. Voy a hacerte cinco preguntas de respuesta rápida en base a uno de ellos. Primera: un logro del que estés orgullosa.
BV: Supongo que de lo que más orgullosa estoy es de mi hogar. Tengo un hogar con tres hijos, con mi marido, con mi madre, mi suegra, mis tías, una casa habitada y, por tanto, he cumplido mi sueño.
JC: Una relación significativa.
BV: Si ya hemos puesto que el hogar es mi relación significativa; la siguiente relación más significativa que tengo, después de haber conocido a Martin Seligman que me marcó tanto, o Tal Ben-Shahar que para mí fue un pilar estupendo, o Carmelo Vázquez, Gonzalo Hervás y Marisa Salanova a quienes adoro; la más significativa, la que me ha hecho crecer, la que ha hecho que no renuncie a lo que soy en este momento, a mi proyecto vital, está entrevistándome en este momento.
JC: Has conseguido que todo el proyecto ya haya merecido la pena. Belén, una emoción positiva.
BV: El amor. El amor en todas sus vertientes, pero quizá hay una de esas diez principales, que dice Lyubomirsky que son constructoras de bienestar, que a mí me parece muy importante porque genera buenas relaciones, y es la admiración que hemos comentado antes también.
La admiración es una forma de amor, una forma de poner el foco en lo positivo: la gratitud. Ya sabes que a mí, a la gratitud, me gusta ponerle una «c»: gractitud. Entonces, más que una emoción es una actitud. Algo que es extensible a todo desde mis relaciones a mi situación en la vida; estar agradecida.
Estoy súperagradecida a todo, a todo. Quizá la gratitud, como diría Cicerón, es la madre de todas las virtudes y, para mí, también de todas las emociones; porque cuando estás agradecida tienes esa capacidad de ver todo.
JC: Un compromiso.
BV: En el sentido de vínculo o implicación, me siento extremadamente implicada con lo que hago. En el sentido más amplio de la palabra engagement, como situación vital, como profesional. Yo me siento vinculada a hacer del mundo laboral un espacio donde se desarrolle el buen trabajo, para mí ese es mi propósito.
JC: Estamos alineados; la última es tu propósito.
BV: Si me paro en momentos concretos en los que me pasa el tiempo y fluyo y digo: «¿ya?», evidentemente cuando estoy formando, cuando estoy con un grupo que crece formándose, o cuando estoy escribiendo. Son mis momentos de fluidez que digo: «¡oh dios mío!». Crear, escribir, concentrarme en esa tarea, o concentrarme en un grupo que está aprendiendo, me encanta.
JC: Para mí eres sabiduría porque tienes conocimiento, pero también experiencia. Por ello, si te escuchase toda la humanidad: ¿qué le dirías?
BV: Me viene sin querer Putin a la cabeza, y me gustaría que sean conscientes de la escalera; que vean a las demás personas más altas que a sí mismas, que las pongan en su correspondiente pedestal y que sean conscientes de que con la escalera pueden tirar ese pedestal.
Creo que le diría al mundo: sé consciente del impacto que tienen todas tus decisiones y todas tus acciones en las demás personas, y sé consciente de que las demás personas importan.
Gracias por su visita.
Escucha la conversación completa aquí: Ivoox / Spotify
Consulta las fotografías de la entrevista. Sesión realizada por Ricardo Lede
Sobre La Cafetería | El espacio donde la curiosidad habla con el talento. Imagina la sensación de cuando, esperando tranquilamente un café calentito, descubres una conversación interesante en la mesa que tienes al lado; eso es «La Cafetería» · Youtube · Podcast · Página Web · Suscripción
Sobre Javier Cebreiros | Doctor en comunicación, divulga ideas sobre el ser humano con un mensaje propio basado en las emociones y la autenticidad · Instagram · Página web · Twitter
Información para organizaciones, revistas o blogs | Para cualquier consulta relativa a este artículo o a cualquiera de sus imágenes, póngase en contacto con nosotros en: administracion@cebreiros.com